domingo, 16 de marzo de 2008

EL ARTE DE LA PACIENCIA

Si hay algo que me falta es paciencia. Dios no me dotó con ese don. Lo que más me enferma es hacer cola en algún lado. Por eso es que no me gusta ir al supermercado, ir a comprar comida cuando el lugar está lleno o ir a votar. Odio esperar.
Cuando mi vieja me dice: “¿Me acompañás al mercado?”, yo ya me imagino lo peor que me pueda llegar a pasar: todo Río Grande está haciendo las compras a donde voy a ir yo y me tengo que bancar las colas de 50 personas con changos llenos. Por eso es que siempre trato de evitarlo y también evitar a las personas adictas al mercado como mi vieja. No es que nunca fui tampoco. Pero si voy solo y tengo que comprar alguna boludez, primero me fijo si hay mucha gente en las cajas.
Una vez que fui con mi viejo al mercado, porque mi vieja no estaba, nos comimos como una hora de cola. Uno puede pensar: “Bueno, pero si estás con alguien se te pasa rápido”. Pero era mi viejo. Una persona que es feliz si habla lo menos posible. Tiene la creencia religiosa que quedándose callado y respirando profundo, las cosas se hacen más soportables. Y a mí no me da para romperle las pelotas mientras está ejecutando su acto de fé, así que me aboqué a su creencia. Cuando llevábamos más o menos media hora yo ya no daba más de esperar y me di cuenta que éramos los tipos más aburridos de todo el supermercado; podríamos estar horas y horas haciendo la cola sin decir una sola palabra. Somos unos compañeros muy aburridos para ir de compras.
Lo mismo pasa cuando vas a votar, ¡no me gusta esperar!. En una elección fui como a las tres de la tarde y habían como 100 personas en mi mesa; así que me fui, y yo, vivo, pensé: “Me voy y vuelvo cinco minutos antes de las seis que seguro no hay nadie”. Para mi decepción, cuando volví había del doble de personas que antes, así que no me quedó más remedio que hacer la cola en forma de espiral que ocupaba todo un gimnasio. Y lo único que me hizo quedar fue el hecho de que si me iba, iba a tener que bancarme hacer todo el trámite de justificar el voto. Así que en la próxima elección hice exactamente lo contrario, me levanté bien temprano y llegué para votar a las 8.30 de la mañana. Re cagado de sueño y con ganas de no esperar, me puse a hacer la cola y todavía no habían abierto la mesa. ¡Ni siquiera estaba el presidente de mesa!; una horita esperando estuve seguro.
Pero lo que más sufrimos los jóvenes es hacer cola un sábado a la noche para entrar al boliche. Eso es inconcebible. Generalmente vas al boliche tipo 3.30 o 4; primero hacés una previa con amigos tomando unas cervecitas, charlando de todo un poco para después pasar a la segunda parte: ir al boliche. Cuando llegás te encontrás con una cola impresionante de gente, y ya estás ahí, no te podés quedar solamente con la previa y las cervezas que te tomaste, tenés que transpirarla, y que mejor que en el boliche; así que hacés la cola. Algunas veces me pasó (seguramente a ustedes también) de esperar una hora; te cagás de frío y encima cuando entrás, te tomás tu tiempito de entrada en calor mientras tomás algo, y cuando querés dejar la campera, otra cola en el guardarropa, ¡dejáte de joder!.
En fin, siempre van a aparecer situaciones en tu camino que van a poner a prueba alguno de tus defectos. A mí siempre me desafía el arte de la paciencia (casi siempre con éxito).
Para personas con escasez de paciencia, unas recomendaciones:
- Eviten ir al mercado.
- Vayan a votar apenas abran las mesas.
- Hacé la previa y andá al boliche una hora más temprano.

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