Un sábado salí con un amigo y dos amigas. Nos juntamos en la casa de una de ellas a tomar unas cervecitas pre boliche; destino: boliche de moda; buena música, buenos tragos, buenas minas. Me acuerdo que esa noche iban los de Gran Hermano, realmente cero interés por ver a esos giles; objetivo: pasarla bien.
Cuando decidimos salir (tipo 3.30/45 de la mañana), nos subimos al auto y partimos hacia dicho lugar. Al pasar por enfrente del boliche vemos que había una terrible cola que abarcaba unos 20 metros. En concepto, cola es exactamente equivalente a decir fila, pero en estos casos, cola es equivalente a cuatro filas en una. Una maraña de gente, todos amontonados, apoyándose unos a otros, cagados de frío. Como he comentado en alguna ocasión, la paciencia no es mi fuerte, por lo tanto decidimos dar una vuelta a ver si el embotellamiento de personas en la entrada del boliche cedía. Al pasar unos cuantos minutos volvemos a pasar por el lugar y no se había descongestionado nada;
- “¿Y ahora que hacemos?” -dijo alguien-.
- “¿Vamos al otro boliche?” -la misma voz-.
- “¡Vamos al otro boliche!” -otra vez la misma voz-.
- “Naah, no jodas” -dije, tratando de que alguien apoye mi grito de protesta-.
Al parecer nadie compartía mi voto, por lo tanto, fuimos al otro boliche. Hay que bancarse lo que diga la mayoría.
Al llegar a la entrada pude sentir el clásico sonido de la música cumbiera que todos conocemos. “¿Qué carajo hago acá?” -pensé-, acto seguido pasé por el detector de metales, después de haberme sacado el celular, el encendedor y las llaves, pero como esas máquinas siempre suenan, está el amigo que te revisa después. Cuando saco (con dolor) los $10 de mi billetera para pagar la entrada, la mina de la ventanilla me dice: “Son 15”; con más dolor aún, saqué los 5 que faltaban para que me dieran la entrada con una consumición de cerveza.
Al entrar y llegar al fondo hasta alcanzar a ver el escenario, vimos que habían dos vagos cantando… cumbia, obvio. Ambos tenían unos pantalones de jean anchos medios caídos y una remera roja XXL que les llegaba casi hasta las rodillas; calculo que hasta las rodillas porque con la vestimenta es como que perdés noción de la forma del cuerpo. Uno de ellos tenía un sombrero pescador y por la parte de atrás de la cabeza le salían dos mechones más largos de pelo cubriéndole la nuca; y el otro tenía una gorra con la visera chata hacia atrás con la inscripción NY, ese ya se ganó mi desagrado, igual no creo que le importe.
- “¿Y estos quiénes son?” -le pregunto a una de las chicas-.
- “Cumbietón” -me responde-.
- “¿Cumbi, qué?”.
- “¡Cumbietón!, mezcla de cumbia y reggaeton”.
Ah, bueeh, cumbietón, re originales los muchachos, ¿por qué no le pusieron “Reggumbia”?, ¿no era lo mismo?. En fin, no me voy a poner a discutir el nombre de este grupo ni su significado.
Luego de bailar y tomar algo, vimos que se subió una señorita al escenario, una bailarina del lugar. Creo que ninguna parte de la palabra “bailarina” le quedaba a este especimen. A ver como la describo. Una chica que se notaba que no estaba en su peso habitual, sin ser yo nutricionista puedo afirmar eso; tenía una remerita bastante apretada y una pollerita de unos 30 centímetros de “largo” que no alcanzaban a cubrir la totalidad de su culo, aproximadamente dos tercios del mismo. Lo más impresionante fue cuando esta señorita meneaba, ¡por Dios!. Lo peor vino después, cuando seguidamente a ésta se subió otra chica con una vincha con orejitas de conejo y una calza enteriza negra, que de cuerpo era el doble que la anterior y, para no ser menos, también impresionó a todos con su meneito. Por un momento creí estar viendo animal planet. Es como cuando ves la pelea entre una serpiente y una tarántula, que no podés sacarle la vista de encima de lo impresionante que es, por más desagradable que sea e impresionable que seas.
Después de este acto deplorable, siguieron cantando los muchachos de Cumbietón. Lo que me sorprendió de estos pibes es que son de San Isidro, Buenos Aires. ¿Ese no es uno de los lugares más chetos de allá?, ¿del punchi punchi, del agüita con éxtasis y demás?.
Más allá de todo, la pasamos muy bien. Nos quedamos toda la noche ahí, disfrutando de Cumbietón, las bailarinas y algún que otro personaje.
Solo otra salida de sábado.
martes, 17 de junio de 2008
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6 comentarios:
Mmm nunca había escuchado de ese género, sí he visto especímenes vestidos de manera similar, pero mezclan cumbia con hip hop... es un país generoso!
Respecto a las "bailarinas" suele pasar, hay muchas que son afectas a esos cinturones largos (asi llamo a las pseudo minifaldas que muestran la mitad del orto de su usuaria) pero te aseguro que es mas escalofriante cuando se les ocurre ir sin ropa interior...
Ah, y si, creo que San Isidro es uno de los lugares mas chetos que tienen alla en la capital.
Bue, no me vas a decir que no fue un sabado totalmente peculiar...algo divertido!!!jajajajaja....
A que pusiste un Cumbietón como ringtone de tu celu!!!!...jajaja
besos
En esta era en la que ya no se sabe que inventar no dejamos de sorprendernos, aunque honestamente no estoy ansiosa por conocer ese ¿género? ¿musical?
Bueno, no se allá, pero aca es común ver a los chetos haciendose los cumbieros. Es gracioso ver a un narcisista vestido con ropa que vale la 5ta parte de lo que se pagó por ella cantando cumbia.
Dicho sea de paso, hacía rato no pasaba por los blogs (ni siquiera el mío)... y me perdí de mucho ahora que lo veo (voy a pasar mas seguido)
Saludos!
Hola!, soi Sky de Sky Princess, mira, con tu entrada, no puedo creer como te metiste en esos boliches cumbiancheros, es de eso, no?
Jajaja ah buenooo pero estas a pleno con la cumbia no??
Bien por vos,, San Isidro es hermoso tendria qe ir algun dia qe me invites, claro!
Besoss
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